Mucho más lento de lo que quisiera , empaco un poco mi vida
en cajas de cartón. Recorro eso que me dice lo que he sido y lo que soy, aunque
ya no me parezca. Simples objetos que
podrían hacer el papel de una biografía. La colección de música que habla sola,
al igual que los libros. Un clóset
repleto que dice que nunca fue suficiente, así usara siempre lo mismo. La dificultad para comprender que no necesité
tantos zapatos jamás, y entregar tantos de ellos, sin haberlos usado siquiera.
Guardo en pequeñas bolsas mi pasado en papeles y fotos que
no puedo evitar mirar una vez más, como cada que quiero limpiar mi vida,
empezando por casa. No me reconozco, ya no soy esa, ni la de las fotos, ni la
de los poemas.
Me brillan los ojos recordando días felices, que en su
momento no percibí en su real magnitud. Ruedan lágrimas de nostalgia por tanto
que he vivido que no está más y por las personas que se fueron y que tanto me
dolió dejar atrás.
Canciones, olores, objetos olvidados en cajones que abrí de
vez en cuando y que me dicen que ya no necesito eso que no miro más. Me
sorprende todo lo que fui y que ya no puedo recordar. Me duele eso en lo que me
he convertido sin darme cuenta. Me duele el dolor que invadió mi alma día a día
endureciéndola sin compasión.
Simples objetos que caben una caja y que dan cuenta de la construcción
que he hecho de mí misma, pero que no pueden decir quién he sido y soy en
realidad. Esas cosas, esos momentos fueron mi verdad, la única que conocí en ese momento, esa que
defendí con uñas y dientes y que ahora me parece tan fugaz.
Nada de lo que tengo me define, me define lo que soy, y eso
se perdió entre la bulla y los objetos coleccionables y acumulables que me
dijeron tantas veces que me harían feliz y no lo hicieron.
Recorro ese pasado que ahora parece el de un desconocido. Por
más que apriete duro la nostalgia, por más que cerrando cada caja un suspiro
se desprenda desde mis entrañas, entiendo, por fin entiendo, que todo lo que
soy no cabe en esa caja.